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viernes, 28 de marzo de 2014

¿ILUMINAMOS AL MUNDO?


Isaías Ortiz Fonseca
Pastor D.E.A.C. (Santa Marta).

Un destello de luz se dejó ver en el occidente lejano. En un segundo ya estábamos a oscuras, al tiempo en que nos invadió el eco de una fuerte explosión proveniente de ese mismo lugar.  
 
Los habitantes de la ciudad de Saravena (Departamento de Arauca), quienes ya a esa hora de la noche nos encontrábamos en nuestros hogares reposando de las labores cotidianas, fuimos sorprendidos por lo que sería el inicio de varios días con sus noches, (siete, para ser exactos),  sin el fluido de energía eléctrica a causa de un atentado a dos de las principales torres  encargadas de llevar la electricidad a todo el departamento de Arauca.

 
 
 
Esa fue en mi concepto, la semana más larga e incómoda para todos,  debido a que no estábamos acostumbrados a ese ambiente de tinieblas. Lo curioso es que después de la tercera noche de oscuridad, todos terminamos por aceptar las siguientes como algo normal. Desde luego, no era una costumbre natural, sino más bien forzada por las circunstancias, ya que las posibilidades de volver a disfrutar de la energía eléctrica eran, según los expertos, muy remotas, puesto que las torres habían sufrido daños en un noventa por ciento de su estructura.
 
Durante ese ambiente reinante de oscuridad, una velita por muy débil que pareciese, puesta sobre una mesa, era suficiente para iluminar a los que habitaban en casa. Después de siete largos días de espera, y de la misma forma inesperada en que fue abruptamente cortada, la energía eléctrica retornó a la población del pie de monte llanero.
La algarabía de los habitantes de la ciudad (Saravena) no cesaba. Los niños con sus gritos ensordecedores corrían por las calles; y hasta los más ancianos, se unieron a esta  celebración. 

 
 Luego de recibir con agrado el regreso del fluido eléctrico en nuestro hogar y de agradecer a Dios por los técnicos que hicieron el trabajo en menos tiempo de lo esperado, volví mi mirada solo a unos cuantos días atrás para pensar en cuán útiles nos fueron esas pequeñas e insignificantes “velitas” que colocábamos sobre la mesa para alumbrarnos.
 
Este evento de reflexión trajo a mi mente las palabras del Señor Jesús cuando dijo:
 
“Vosotros sois la luz del mundo;  una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,  sino sobre el candelero,  y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,  para que vean vuestras buenas obras,  y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat 5:14-16).

 
Gran parte de aquella noche la pasé meditando en los principios enseñados por el Señor Jesucristo en esta porción de las Escrituras. En un momento me sentí animado, por el hecho de saber que como hijo de Dios soy diferente a las demás personas que por no tener un encuentro personal con Cristo, viven en las tinieblas.
 
Pero al mismo tiempo fui estremecido por la responsabilidad que tengo como cristiano de iluminar este mundo absorto en las tinieblas del pecado. Tuve que ser confrontado con mi realidad y la del resto del pueblo cristiano en cuanto al hecho de ser luz del mundo, pero no estar cumpliendo con esta finalidad para la cual Dios nos escogió y nos llamó por su gracia.  
 
Es muy probable que aún haya muchos cristianos que no sepan esta verdad; o tal vez si la saben, pero no quieren asumir en serio una postura de ser quienes han de iluminar con sus vidas este mundo lleno de tinieblas. Si usted es uno de ellos, lo que leerá a continuación, le ayudará a clarificar que “SER LUZ NO ES UNA META DE VIDA, SINO UN ESTILO DE VIDA”
 
El señor Jesucristo confirma esta verdad a través de una metáfora que describe en cuatro principios, el carácter del cristiano y su influencia sobre el mundo que le rodea:
 
Principio número uno: “EL CRISTIANO NO PUDE DEJAR DE SER LUZ”. “Vosotros sois la luz del mundo…
 
No podemos dejar de ser luz, porque es un hecho que no depende de nosotros mismos, sino de la obra de Dios. No nacimos siendo luz, fuimos hechos luz en Cristo, no por nuestra propia cuenta o méritos, sino por cuenta y méritos de Cristo. Por eso, aunque quisiéramos dejar de ser luz poniendo todo empeño en ello, es imposible lograrlo.
 
La forma gramatical de la  conjugación verbal, está  indicando que es  un hecho que no deja lugar a las dudas o a las posibilidades. Es decir,  El carácter de luz en un cristiano es una realidad permanente,  no una posibilidad remota.

 
Principio número dos: “EL  CRISTIANO NO PUEDE OCULTAR SU LUZ”. …una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud,  sino sobre el candelero…

¿Cómo puede una ciudad que está ubicada sobre un monte no dejarse ver en medio de la oscuridad? Esto es imposible. La luz que emana de ella e irradia a su alrededor, hace que sea un blanco fácil de detectar por todos los transeúntes.

¿Quién es aquel que enciende una luz y en lugar de colocarla sobre la mesa, la esconde dentro de un cajón de la casa y allí permanezca mientras su familia anda  a oscuras?

De igual manera es ilógico pensar que un cristiano pueda esconder su luz ante el mundo. Todo lo que hace se convierte en un punto de referencia para describirlo como alguien que es diferente al resto de la humanidad.

Principio número tres: “EL CRISTIANO ES UNA BENDICIÓN POR SER LUZ”. …y alumbra a todos los que están en casa…
José vendido por sus hermanos. Génesis 37:23-28.

No se puede hablar de este principio, sin hacer referencia a la vida de José hijo de Jacob. A pesar del sufrimiento causado por sus hermanos, este fue un joven que sirvió a su amo Potifar siendo de bendición para toda su casa.

Bajo el agravante de ser condenado a la cárcel de forma injusta, sirvió al carcelero siendo también de bendición para él en los asuntos relacionados con el centro penitenciario.

 
Luego de ser liberado de la cárcel fue de bendición a toda una nación, incluso fue de bendición hasta para aquellos que años atrás le odiaban y le habían vendido para ser llevado lejos de su padre. 
 
No importa la edad, el grado de educación, el estatus social al cual pertenecemos. El ser luz es una manera de bendecir la vida de quienes se encuentran a nuestro alrededor.
 
Principio número cuatro: “EL CRISTIANO CUMPLE UN PROPÓSITO AL  SER LUZ”…Así alumbre vuestra luz delante de los hombres,  para que vean vuestras buenas obras,  y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
 

Dios no nos hizo luz sólo porque sí, o porque le parecía bonito vernos brillar cual luciérnagas en una noche oscura. Todo lo que Dios hace tiene propósitos y el hacernos la luz del mundo no fue la excepción.
 
Al hacernos la luz del mundo, primero que todo Dios estaba buscando que la gente pueda ver en nosotros su poder que nos capacita para hacer buenas obras.  Y en segundo lugar ser glorificado por ellos al ver lo que él hace a través de nosotros.
 
Así entonces, este pasaje no es una demanda a ser luz, sino más bien una demanda a ser realistas en cuanto a lo que ya somos en Cristo. Somos luz del mundo y como luz, debemos seguir brillando hasta que Cristo nos levante de este mundo.
 
Para que seáis irreprensibles y sencillos,  hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa,  en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; (Fil. 2:15)